Cuando el porno pasa a ser una adicción...

Ver alto contenido erótico es más común de lo que se cree, pero puede generar dependencia.
Es un hecho: ver pornografía se ha convertido en una práctica cotidiana para cada vez más personas. Para la muestra estas cifras: a diario circulan en el mundo más de 2.500 millones de correos electrónicos con material sexual y se hacen 68 millones de búsquedas relacionadas con el tema; se sabe que una de cada tres personas que ve porno es mujer, y el 12 por ciento de los sitios web son pornográficos.
La tendencia, que a veces se despacha como un simple ‘signo de nuestros tiempos’, es preocupante. Especialistas consultados por EL TIEMPO coinciden en que aunque ver pornografía no es nocivo de por sí, quienes lo hacen pueden caer en conductas obsesivas, con consecuencias como la destrucción de la vida sexual y la afectiva.
Para la psiquiatra Olga Albornoz, quien admite que ver pornografía hace parte de la iniciación sexual de muchos jóvenes, hay una delgada línea entre una práctica común y la adicción: “El problema está cuando incide en la vida sexual, a grado tal que suple o reemplaza las relaciones sexuales”.
La psicóloga Sandra Herrera, quien ha atendido a varias parejas cuyo matrimonio se ha acabado por esta razón, está de acuerdo. “Hay casos en que la pornografía desencadena lo que llamamos ‘impotencia funcional’, es decir, que el afectado pierde el gusto por su pareja y prefiere ver películas de este tipo a tener relaciones sexuales”.
Para la especialista, ver pornografía deja de ser una conducta normal cuando el placer que produce ver una imagen o una película impide comenzar relaciones afectivas. “En ocasiones –dice–, las personas se inhabilitan como seres afectivos y terminan con debilidades sociales para relacionarse”.
Existe una teoría según la cual las neuronas espejo (responsables de que las personas ejecuten acciones al observar a otros ejecutar esa misma acción) se activan con imágenes y audios con contenido sexual, liberando en el cerebro sustancias como la noradrenalina y la dopamina, que producen placer. Cuando alguien no es capaz de controlar estas emociones, puede volverse adicto.
Según el psiquiatra Mario Parra, “como en cualquier adicción, se pueden presentar síntomas de abstinencia. Alguien se puede sentir mal o culpable por ver porno, pero al evitarlo puede comenzar a sentir ansiedad, palpitación, sudoración, lo que lo obliga nuevamente a ver imágenes sexuales”.
Para él, identificar el problema en este caso no es fácil, pues se trata de un placer solitario. Advierte que cuando la práctica genera dependencia, invade la cotidianidad, aísla y desplaza la vida social, es necesario reconocer las dificultades. Según el especialista, hay que identificar cuadros depresivos, esquizoides u otro tipo de trastornos. Su tratamiento puede incluir, dependiendo del diagnóstico, medicamentos y psicoterapia individual o en grupos.
También existen grupos en los que se aborda el tema, similares a los de alcohólicos anónimos. En Bogotá está Sexólicos Anónimos, en el cual tratan la adicción a la pornografía y otras filias alrededor del sexo.
Consejos para los padres
Internet ha hecho que el acceso a la pornografía sea fácil para niños y jóvenes. Un estudio realizado en la Unión Europea el año pasado reveló que un cuarto de los niños de entre 9 y 16 años han visto pornografía y que un tercio de los jóvenes de 16 a 18 años han visto fotos sexuales en sus celulares en el colegio.
Programas como Naomi, de Microsoft, y Antiporn, de Softonic, son herramientas con las que los padres pueden controlar las páginas que ven sus hijos. Por otra parte, la psiquiatra Olga Albornoz aconseja a los padres dialogar con sus hijos “sin satanizar el tema y enseñarles que las relaciones sexuales deben girar alrededor del amor”.
SERGIO CAMACHO IANNINI
TOMADO DE: El Tiempo online, sección Vida de hoy-Salud-.
Se encuentra en el enlace: http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/salud/el-porno-y-su-influencia-en-el-diario-vivir_12453666-4